_(Cropped).png)
No
obstante -y como ejemplar artista-, Marlene no deslumbró únicamente por sus
talentos. Viviente de una época rígida, su autenticidad no tardó en romper con
los esquemas conservadores que encasillaban el ideal de una mujer tradicional,
llegando puntual a una transición cultural en la que afloró junto al último
siglo milenario en el seno de una sencilla familia de militares. En su niñez estudió
canto y música, talentos que poco después le permitieron sumergirse en el bohemio mundo laboral que la acogería. En medio de un cambio cultural, los años ’20
fueron idóneos para que fuese parte de esta revelación desenvolviendo su
sensualidad y liberalismo en los humeantes bares nocturnos de cabaret que le sirvieron
como cuna para una larga y brillante carrera. En ellos consiguió engatusar sin
escrúpulos a hombres y mujeres, quienes formaron parte de una gran lista de
amantes que no ocultó (pese a haber contraído matrimonio en 1924), costumbre
que se hizo habitual para toda su vida. Su fuerte carácter, protesta política,
indocilidad y bisexualidad la definen como una mujer indiscutiblemente libre e
indomable.
La
rebeldía de Marlene la condujo, incluso, a renegar sus raíces. Opositora a un totalitarismo
nazi, abandonó el país que la llevó a la fama en 1933 y se nacionalizó
norteamericana. Se limitó a contestar el teléfono que más de una vez sonó. Los
mensajes le llegaban por emisarios secretos, pero la protagonista de El ángel azul se negó a comunicarse con el Führer
insistente en restablecerla. Su protesta contra la persecución racial y el
régimen hitleriano no cedería a propuesta germana alguna. Tras su postura antipatriótica, la animadversión de su país natal fue inminente y le produjo bajas
profesionales que la abreviaron en la pantalla grande: la lealtad a los
principios siempre son prioridad para una mujer rebelde. No obstante, la encantadora mujer no perdería el prestigio.
Pese
a su inherente atractivo, el rostro de la actriz no proporcionaba estricta
belleza. De hecho, siempre llamó la atención por su indiferencia lánguida y
ojos caídos que le encajaban con una sonámbula actitud. Sin embargo, la imagen
es una alusión densa que se hace esencia con muchas otras extensiones. La voz tras la superación del cine
mudo, la esencia de su liberalismo, los talentos musicales que le complementan
lo teatral y su auténtico carácter generaron una belleza no meramente
superficial, concepción que ha cambiado con el tiempo al tratarse de rostros
del espectáculo.
Pertenezco
a una generación cuya juventud pretensiosa aspira a ser de culto y que para
ello supone admirar a ciertos iconos del siglo pasado para aparentar,
ingenuamente, una vaga erudición. Se habla mucho de Marilyn Monroe, cuyo rostro
abunda en perfiles de redes sociales, accesorios y similares cuestiones
pragmáticas que en un mundo postmoderno se convierten en extensiones de la misma
identidad personal. Sin embargo, curioso es que nombres como el de Marlene no se
pronuncien ni cognitivamente ¿Cómo es posible que la obra e historia de esta
fémina se ignore tanto en una contemporánea
cultura popular que suele alabar iconos? Asevero que la crisis es
generacionalmente puntual. Experimenté consultando coloquialmente a adultos
mayores de cuarenta años y a ciertos artistas jóvenes. Saben, por lo menos
vagamente, quién es Marlene Dietrich, mientras la juventud en general la
desconoce por completo. Pero la cultura se degrada y arriesga trascender
ignorando legados tan interesantes como lo es el de ella: lo femenino hecho
rebeldía en la mujer que quedó amarrada a una fama. Fama en la que fusionó lo
erótico con lo profesional e incluso, la rebeldía y lo político.
"Una mujer hermosa agrada a los ojos; una mujer buena agrada al corazón; la primera es un dije; la segunda es un tesoro" - Marlene Dietrich.
No hay comentarios:
Publicar un comentario