domingo, 18 de mayo de 2014

Una urdimbre de la germana

Marlene Dietrich es una histórica actriz alemana, mítica del llamado séptimo arte. Es considerada una figura indiscutible del cine en bicolor y, además, se le reconoce como la novena mejor estrella femenina de todos los tiempos según el American Film. Ante su multiplicidad, es difícil retratarla biográficamente. Sin embargo, el presente texto no pretende narrar su historia, sino que destacar, desde un punto de vida quizás un poco escéptico y previamente ignorante, los aspectos más importantes que se convierten en el legado de una mujer que actuó volátil frente a una sociedad difícil. La información sobre la actriz abunda  como un  interminable ovillo de lana, que permite tejer, en distintas formas y gustos, la historia de su formación. Pero el color de su vivencia no muta, pues su reconocido carácter y distintiva particularidad la distinguen de cualquier persona que protagoniza una reseña. Finalmente, consiste en el legado que quedó en la sociedad que terminaría aplaudiéndole y galardonándole a la actriz por su fulgurante carrera actoral.

No obstante -y como ejemplar artista-, Marlene no deslumbró únicamente por sus talentos. Viviente de una época rígida, su autenticidad no tardó en romper con los esquemas conservadores que encasillaban el ideal de una mujer tradicional, llegando puntual a una transición cultural en la que afloró junto al último siglo milenario en el seno de una sencilla familia de militares. En su niñez estudió canto y música, talentos que poco después le permitieron sumergirse en el bohemio mundo laboral que la acogería. En medio de un cambio cultural, los años ’20 fueron idóneos para que fuese parte de esta revelación desenvolviendo su sensualidad y liberalismo en los humeantes bares nocturnos de cabaret que le sirvieron como cuna para una larga y brillante carrera. En ellos consiguió engatusar sin escrúpulos a hombres y mujeres, quienes formaron parte de una gran lista de amantes que no ocultó (pese a haber contraído matrimonio en 1924), costumbre que se hizo habitual para toda su vida. Su fuerte carácter, protesta política, indocilidad y bisexualidad la definen como una mujer indiscutiblemente libre e indomable.

La rebeldía de Marlene la condujo, incluso, a renegar sus raíces. Opositora a un totalitarismo nazi, abandonó el país que la llevó a la fama en 1933 y se nacionalizó norteamericana. Se limitó a contestar el teléfono que más de una vez sonó. Los mensajes le llegaban por emisarios secretos, pero la protagonista de El ángel azul  se negó a comunicarse con el Führer insistente en restablecerla. Su protesta contra la persecución racial y el régimen hitleriano no cedería a propuesta germana alguna. Tras su postura antipatriótica, la animadversión de su país natal fue inminente y le produjo bajas profesionales que la abreviaron en la pantalla grande: la lealtad a los principios siempre son prioridad para una mujer rebelde. No obstante, la encantadora mujer no perdería el prestigio.

Pese a su inherente atractivo, el rostro de la actriz no proporcionaba estricta belleza. De hecho, siempre llamó la atención por su indiferencia lánguida y ojos caídos que le encajaban con una sonámbula actitud. Sin embargo, la imagen es una alusión densa que se hace esencia con muchas otras extensiones. La voz tras la superación del cine mudo, la esencia de su liberalismo, los talentos musicales que le complementan lo teatral y su auténtico carácter generaron una belleza no meramente superficial, concepción que ha cambiado con el tiempo al tratarse de rostros del espectáculo.

Pertenezco a una generación cuya juventud pretensiosa aspira a ser de culto y que para ello supone admirar a ciertos iconos del siglo pasado para aparentar, ingenuamente, una vaga erudición. Se habla mucho de Marilyn Monroe, cuyo rostro abunda en perfiles de redes sociales, accesorios y similares cuestiones pragmáticas que en un mundo postmoderno se convierten en extensiones de la misma identidad personal. Sin embargo, curioso es que nombres como el de Marlene no se pronuncien ni cognitivamente ¿Cómo es posible que la obra e historia de esta fémina  se ignore tanto en una contemporánea cultura popular que suele alabar iconos? Asevero que la crisis es generacionalmente puntual. Experimenté consultando coloquialmente a adultos mayores de cuarenta años y a ciertos artistas jóvenes. Saben, por lo menos vagamente, quién es Marlene Dietrich, mientras la juventud en general la desconoce por completo. Pero la cultura se degrada y arriesga trascender ignorando legados tan interesantes como lo es el de ella: lo femenino hecho rebeldía en la mujer que quedó amarrada a una fama. Fama en la que fusionó lo erótico con lo profesional e incluso, la rebeldía y lo político.


"Una mujer hermosa agrada a los ojos; una mujer buena agrada al corazón; la primera es un dije; la segunda es un tesoro" - Marlene Dietrich.


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