Su largo y blanqueado cabello
resaltaba entre las cabezas de la escasa muchedumbre. Lucía una
llamativa barba y vestía un viejo y sencillo blusón oscuro. De su
hombro colgaba un descuidado bolsón que seguramente guardaba todas
sus pertenencias. Con la mirada le seguí los pasos descalzos sobre
la baldosa, lo noté ardoroso. Se dirigió a la archivera y registró
su préstamo. Morí de ganas por saber qué libro se llevó a casa,
uno de los tantos rincones que circundan la Posta Central.
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