jueves, 19 de junio de 2014

En rojo

Cuando ocurre, no lo hace como las películas muestran. Te ciega, paraliza tus pensamientos y después los distorsiona. Sentí el peso caído sobre mis hombros, desfallecía de respirar. Permanecí inmóvil, perdía el tacto lentamente. Cuando sentí el despliegue de mi vida, me salvó tu voz. Pronunciaste mi nombre con bella virtud, inspiradorándome que sería solo una siesta. Imprudente fui y llegué al límite en el que pudimos estar más cerca. Lo suficiente para que me acariciaras con tu presencia angelical, salvándome la vida que a ti te robaron precozmente.
Valió la pena al sentir tu hermandad, no mirar aquel semáforo de peatón.

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